Estamos con Juan Manz Alaníz, escritor primordialmente de poesía. En esta ocasión lo entrevistaremos con motivo de la reunión poética de sus textos. Ahondaremos en su identidad lirica. Empezamos.
Juan Manz, háblenos acerca de sus orígenes, su infancia, sus padres…
Mi padre era agricultor. Fue uno de los pioneros del valle del Yaqui. Tenía tan sólo 20 años cuando llegó de Europa, acompañado de un primo hermano y otra persona que hasta la fecha no he identificado. Arribó en barco al puerto de Tampico, de ahí se fue a Monterrey, donde a pesar que era una ciudad de mucho desarrollo no había mucho trabajo; luego a través de una persona de ascendencia alemana se enteró que aun estaban abriendo al cultivo esta región agrícola –en realidad tenían mucho tiempo abriéndola, pero seguía prácticamente virgen- y se estableció aquí, en 1923. Algunos años después, nací yo en el antiguo campo 17, porque a mi madre –raiz y savia de mi canto- que estaba embarazada de mí se le reventó la fuente y no tuvieron tiempo de trasladarse a Obregón. Los primeros años de mi vida los pasé en el Valle. Posteriormente mi familia y yo nos venimos a la ciudad…
¿Qué tan importantes son los años que vivió en el Valle del Yaqui?
¿Cómo incursionó en la Literatura?
Es curioso, que aunque la muerte de mi padre, en 1969, fue un golpe muy duro, no sirvió para que aflorara de nuevo la vena literaria. Fue a los 29 años cumplidos, luego de sufrir un accidente en el valle, que escribo dos pequeñas poesías sobre él.
¿Quiénes han sido los escritores que han influido más en su obra?
Ramón Iñiguez fue mi primer maestro. Lo conocí en lo que era la antigua Biblioteca Municipal, creo que por 1979; pero no fue hasta que abrió una librería: “León Felipe”, por la calle Zaragoza –en pleno corazón de nuestro paraíso citadino- que empezó a recordarme libros, principalmente Huidobro, Neruda, Whitman y Vallejo, quienes han sido mis influencias más importantes en mi tardía adolescencia como escritor de poesía. Empecé, aunque de forma por demás lenta, a apreciar el verso libre, la experiencia literaria, y a desprenderme de la métrica. Actualmente, leo a Paz, Gorostiza, Pessona, Rimbaud, Bauelaire, y poetas mexicanos contemporáneos.
¿Cuáles son sus principales obsesiones como escritor?
Mi principal obsesión es congénere a todos los escritores: expresar lo que siento. Escribir, en ocasiones, me sirve también como un desahogo psicológico. Tengo la necesidad de comunicar algo. El dolor, es quizá, el eje principal de mi obra poética, aunque también coexisten diversos aspectos lúdicos, como también la alegría de experimentar la naturaleza, que para mí, como los nobles sentimientos, es sinónimo de vida y belleza, alienta pues –en medio de la oscuridad y de los yermos- un bosque dentro de cada uno de nosotros el cual siempre debemos preservar.
¿Considera que el tema de la identidad y la búsqueda de las raíces es uno de los ejes principales de su obra poética…?
Sí, pero es algo que surge espontáneamente. Lo que a ti te despierta la sensibilidad a su más alto grado, es lo que provoca que expreses de forma fluida y, en ocasiones, te desbordes. Eso es lo que pasó con mi libro Padre viejo. Adopté las raíces yaquis - y ellas me adoptaron también- porque para poder escribir sobre una cultura así, tienes que sentirla profundamente. Hubo veces que, como luego dicen algunos escritores, parecía que me dictaban lo que escribía. Llegué a los pueblos a investigar y a platicar con la gente; leí sobre el tema. Después expresé todo a través de la poesía.
¿Por qué le atrae tanto la cultura yaqui?
Por muchas razones. Algo que es muy significativo en la etnia de los yaquis es su entereza, por eso nunca fueron conquistados. Los yaquis siempre se han mantenido apartados, por eso conservan sus raíces. Actualmente se están abriendo, pero prefieren tener un gobierno autónomo. Eso sirve como motivo para que la gente se interese y se pregunte: ¿Por qué a esta tribu nunca la vencieron? ¿Por qué esta etnia rescató parte de sus tierras?.
Otro hecho que me atre del pueblo yaqui, aparte de que son descendientes de guerreros formidables –una de tres tribus, en América, que enfrentó con singular valentía a los españoles- es la abundancia de poesía dentro de su cultura, principalmente en su manera de pensar y proteger a la naturaleza. Es contrastante que guerreros tan feroces expresen tanta ternura para el venado, por ejemplo, a quien nombran como a su hermanito flor. Siempre me interesaron sus rituales y su visión cósmica –aunque nunca pensé que escribiría sobre eso- y creo, sin temor a equivocarme, que son los verdaderos motivos que me inspiraron a escribir este largo poema.
¿En todos sus libros habla de usted mismo?
Sí. Por ejemplo, como ya lo dije, en Padre Viejo, no nada más hablo del danzante o del venado, también estoy hablando en primera persona y de otros personajes. En Tres veces espejo expreso mucho sobre mi vida, especialmente de momentos dolorosos. Tres veces espejo, es más intimista. Algunos de mis poemas más reciente reflejan la angustia y la preocupación por comunicar algo.
*Fragmento entrevista publicada en el libro Para Repasar el Circulo: Poesía Reunida de Juan Manz